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Foto del escritorJose Abimael Cruz Cruz

El estrés

Todo, incluso el miedo, la preocupación, el temor, entre otras emociones, parten de experiencias que hemos vivido y mientras más las hemos vivido, menos las tememos, todo esta en nuestro cerebro. Considerando lo anterior, ¿qué es el estrés?


Cualquier estímulo intrínseco o extrínseco que evoca una respuesta biológica se conoce como estrés.




Respuestas al estrés :


Las respuestas compensatorias se conocen como respuestas al estrés. Según el tipo, el momento y la gravedad del estímulo aplicado, el estrés puede ejercer diversas acciones en el cuerpo, desde alteraciones en la homeóstasis hasta efectos potencialmente mortales y la muerte.

Consecuencias :


En muchos casos, las complicaciones de las enfermedades surgen del estrés y de la respuesta de las personas al estrés. Una persona que trabaja o vive en ambientes estresantes, tienen una mayor probabilidad de padecer muchos trastornos no solo mentales. El estrés puede ser un factor desencadenante o agravante para muchas enfermedades y afecciones patológicas.


El estrés es esa sensación de estar abrumado o sentirse ante un desafío y es normal. Todos la sentimos cuando algo es nuevo para nosotros o es más de lo que podemos entender. Sin embargo el estrés es más que eso. Es una respuesta que pasa de un lado al otro del cuerpo.


De inicio el estrés es eso que nos mantiene vivos al aparecer la respuesta primitiva de luchar, paralizarnos o huir, sin embargo, cuando el estrés se convierte en una vivencia continua que se activa una y otra vez o está presente durante mucho tiempo, esa misma respuesta que antes nos hizo sobrevivir empieza a ser no solo poco útil sino dañina.


¿Qué esta pasando en mi cuerpo cuando siento estrés?


El cerebro al identificar una situación estresante, que llamamos estresor lanza una respuesta no consiente que prepara al cuerpo para actuar. 


El cerebro es un complejo sistema de cableado que puede derivar señales a muchos lugares a partir del mismo estímulo. Como el estrés es una señal de que la vida esta en juego, no es suficiente el cableado, sino que lanza una señal que libera otro tipo de señales a la sangre.


Esta respuesta regida por las hormonas del sistema endocrino inicia en la glándula hipófisis y termina en la glándula suprarrenal liberando las hormonas del estrés: cortisol, adrenalina y noradrenalina.


Las hormonas del estrés, son químicos que flotan en la sangre y en segundos llegan a través de pequeños vasos al corazón que esta listo para responder a las señales aumentando el número de contracciones que hace que sintamos el cambio en nuestros latidos y aumenta la presión de los vasos de la sangre generando hipertensión temporal.


Con el tiempo, las respuestas van dañando a estos órganos y predisponen a la aparición de la hipertensión. De igual manera, las lesiones que el cortisol genera pueden favorecer la acumulación de colesterol en las arterias.


Sin embargo el estrés continúa. Al activar el sistema nervioso autónomo, esta red de conexiones llega al sistema digestivo, que en situaciones de emergencia no es jerárquicamente el más importante. Esta orden dada por el cerebro de dar prioridad a otros sistemas permite que las contracciones rítmicas del intestino se modifiquen y den origen al síndrome de intestino irritable, favoreciendo la distensión del intestino y la modificación de la flora normal de este sitio.


El cortisol es como una señal de emergencia que no se detiene. Como en el caso del estrés continuo, indica al cuerpo que requiere consumir alimentos ricos en energía, razón por la cual ingerimos alimentos ricos en carbohidratos que terminan convertidos en grasa como reserva para este tiempo difícil.


Y entonces, ¿qué hace a una experiencia traumática?


Ahora que sabemos lo que pasa cuando llega el estrés, analicemos lo que pasa cuando ese estrés aparece por una situación que de antemano sabemos que puede poner en riesgo nuestra integridad o nuestra vida. A este tipo de estrés le llamamos comúnmente trauma. 

Nuestro cerebro se compone de muchas partes, sin embargo enfatizaremos en las siguientes:​​​​​​


- Neurocorteza - Sistema límbico - Hipocampo - Amígdala


Neocorteza

Es una de las partes muy evolucionadas del cerebro que, entre otras cosas, organiza nuestros pensamientos.


Sistema límbico

Es una parte muy primitivas del cerebro que nos mantienen vivos organizando funciones como respirar o regulando los latidos del corazón, pero también son estas las que nos permiten sentir experiencias emocionales placenteras.


Amígdala

Durante una experiencia traumática, una de las partes del sistema límbico, la amígdala es como la alerta sísmica que nos indica lo que es peligro, y no guardará silencio hasta que todo parezca volver a la normalidad. Mientras la alerta de la amígdala suena en todo su esplendor, las partes de la más sofisticada neocorteza, dedicada a brindarnos control, permanecen apagadas.  Esto tiene una explicación muy elemental, cuando se trata de sobrevivir, el cerebro más primitivo es el que manda, resolviendo con instintos inmediatos el problema y bajo únicamente tres posibles soluciones: pelear, huir o paralizarse.  Una vez que esta alarma esta activada, los músculos y el corazón se preparan para estar activos.


Hipocampo

El hipocampo que normalmente guarda memorias y se encarga del aprendizaje, en este momento solo funciona para regular el aumento en la liberación de cortisol que es la señal que incrementa la alerta a otros sistemas. En este caso no manda la lógica, sino el instinto.


Y entonces, ¿qué hace a una experiencia traumática?


Cuando la alerta (amígdala) se activa, usualmente se apaga cuando el estímulo deja de estar presente. Sin embargo, cuando el estímulo ha sido terrible o muy intenso, como en el caso de una situación traumática, esta alarma permanece activada y siempre lista para volver a encenderse. Este es el origen del trastorno por estrés postraumático (TEPT).


Cuando el sistema de alarmas se enciende una y otra vez, como al estar reviviendo el trauma día tras día sin posibilidad de escapar de él, como ocurre en el abuso doméstico o infantil, este trastorno se puede convertir en TEPT complejo.

El sistema de alarmas se activa tanto que la experiencia vivida alrededor de todas sus características, como los olores, los sonidos, los recuerdos, las situaciones, etc., pueden desencadenar muchos síntomas tras volver a ser vividos por separado.


Síntomas

Durante esta etapa del trauma no es común padecer depresión o llorar todo el día, sin embargo es más frecuente presentar pesadillas, entumecimiento, "flashbacks", estrés, sensación de estar enfermo, vergüenza o culpa, dificultad para disfrutar actividades placenteras como el sexo, aislamiento, entre otras.

Los síntomas puede ser tan abrumadores que es frecuente recurrir al abuso de alcohol, el abuso de drogas ilícitas, la autoagresión o la violencia, y la disociación (desconexión y falta de continuidad entre los pensamientos, los recuerdos, el entorno, las acciones y la identidad).


Todos somos distintos, los síntomas pueden afectarnos a todos en forma distinta y variar durante el tiempo. La respuesta es impredecible.


Solicitar ayuda profesional de manera oportuna en caso de no poder controlar por sí mismo las emociones en situaciones de estrés.


Nuestra salud también es mental. Un profesional de la salud mental podría ayudar en caso de presentar una situación emocional que yo mismo no puedo resolver. Pero ¿Cuándo acudir a un psicólogo?


Cuando percibimos síntomas que afectan nuestra vida diariamente o que particularmente están afectando nuestro comportamiento cotidiano y llegan a hacer más difíciles nuestras actividades, altera nuestros pensamientos, son causa de insomnios ocasionales o generan menor productividad en mis actividades, podría ser necesario solicitar ayuda en el control del estrés.

A manera de guía general de sugerencias, es momento de acudir al psicólogo cuando:

  • Presentas síntomas que no puedes identificar claramente o los identificas dentro de tus emociones (preocupación, modificaciones en el impulso por hacer las cosas, dificultad para ordenar tus ideas o concentrarte o síntomas físicos poco constantes o difusos).

  • Este síntoma cambia, desaparece o disminuye cuando dejas de estar preocupado o aumenta cuando más preocupado estás.

  • Este síntoma es continuo por varios días, por varias semanas. Has notado que este síntoma no te permite hacer tus actividades como las realizabas antes.

  • Estos síntomas han afectado moderadamente tus áreas de funcionamiento personal, familiar, social y laboral.



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